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martes, 28 de diciembre de 2021

Una pequeña historia


La maleta


Me siento en la estación esperando el tren a ninguna parte, con mi maleta, una maleta que la tenía en el desván con los trastos viejos, pero llena de recuerdos.
La estación estaba llena de gente yo las observaba y  pensaba ¿adónde irán, a que lugar se dirigen?. Sentía curiosidad, todos tenían una expresión diferente, unos estaban contentos, otros pensativos, algunos sonreían solos
 y a otros la tristeza se les reflejaba en la cara y en el cuerpo. Al mirarlos sentía tanta tristeza como ellos, pensaba ¿Qué les pasará, que problemas tendrán para trasmitir tanto dolor?.
En el momento de levantarme para subir al tren, al coger la maleta se me abre y de repente levanto la vista y veo que una de esas personas, a las yo  estaba observando, viene a ayudarme a coger la maleta.

 Le digo:  muchas gracias.
Con cara de sorprendida me dice, señora la maleta esta vacía.

Le contesto en realidad pesa mucho, esta llena de recuerdos.

Me contesta: yo la sigo viendo vacía

Pero la curiosidad la envuelve, quiere averiguar por que viajo con una maleta vacía:

Subí al tren, y esa chica se subió conmigo.
En el vagón en el que pude tomar asiento, solo había tres personas sentadas,
la chica que me ayudo con la maleta se sentó a mi lado.
Yo tomé un libro y lo comencé a leer por el punto que lo había dejado.
Pero la curiosidad de aquella chica no la dejaba,
 me miraba y me miraba.
No se aguantó más y me preguntó

¿Cómo dice usted que esa maleta pesa tanto, si está vacía?
Ya te he dicho que está llena de recuerdos.

Pero los recuerdos no pesan.

Le contesto:
Cuando los has olvidado y de pronto ves algo que te hace pensar,
en mi caso esta maleta.

Pero los recuerdos no se ven.

Yo los veo.
Cierro los ojos y recuerdo cada segundo desde el instante que mi padre entró por la puerta con la maleta.
Yo era muy pequeña,
me tomó en brazos abrazándome y comiéndome a besos pero yo lo que quería era que abriera la maleta y me diera algún regalo.
Le pregunto: ¿Me has traído un regalo? abre la maleta papá.
El la pone encima de una silla y me dice, ábrela tu cariño.
Cuando la abro lo miro y le digo con cara de enfado, está vacía papá.
Me dice no mi niña esta llena de recuerdo y la traigo conmigo para no olvidarme de ellos y podértelos contar.

La chica me pregunta
¿Los recuerdos son de su padre?,
le contesto: y los míos, por eso pesan tanto y no los quiero dejar.

Mi padre me contó, mirando  aquella maleta lo feliz que se sentía cuando estaba trabajando en las minas de carbón tragando aquel gas que quemaba los pulmones, dejándolos negros pero era feliz,
 al acabar la jornada, llegaba a la pensión miraba la maleta, pensando que todo era por mi, para que no me faltara de nada en la vida. Por eso era feliz,
en la maleta no guardaba ropa, ni zapatos, ni camisas.
Se vino con lo puesto.
Solo se trajo recuerdos.
Y yo los guardo también.
Guardo los momentos que lo echaba de menos para contarle mi primera pelea con los amigos, o cuando me castigaban en clase,
y cuando corriendo, me caí y me dieron puntos en la rodilla y él no estaba para contárselo y que  me pudiera consolar.

Guardo sueños soñados que nunca se cumplieron.

Ya he llegado a mi destino le dije.
Pero ella se baja conmigo y me sigue, la miro y pregunto
¿Y tú adónde vas?
Me contesta, a ninguna parte

¿No tienes casa,
no tienes donde ir?
No, me contesta y  sigue sin quitarle ojo a la maleta.
Dejo que me siga, por fin llego al hotel que tenía reservado en el pueblo donde había trabajado mi padre en las minas.
La invito a subir.
Era una chica cualquiera que estaba en la estación vestida de tristeza y que fue la primera y la única persona que me ayudó a levantar la maleta del suelo.
Cuando ya estamos en la habitación del hotel me dice: cuénteme más de lo que contiene la maleta.
La miro y continúo contándole los recuerdos:
Tengo mas recuerdos, si.

Desde aquel día en que llegó mi padre, dedico cada hora, y cada segundo, en recuperar todo el cariño que guardó en la maleta para mi.
El me cuidaba y procuró recuperar mi cariño para que no le guardara ni un minuto de rencor, lo consiguió fue la persona más maravillosa que he conocido y me siento orgullosa de ser su hija.
Todo esto guardo en mi maleta, el cariño que me tenía y los momentos que lo echaba de menos para, que yo no cometiera el mismo error si algún día  tengo hijos.

¿Ves como no estaá vacía?

Esa chica tan triste, que yo creía que necesitaba cariño me dice:
Yo tenía una maleta en mi casa, con ella he viajado a muchos lugares,
 la tengo llena de pegatinas para recordar los sitios que he visitado.
Pero me olvidé de tanto cariño que he recibido de todos los que me quieren.
He marchado de casa buscando algo mejor y lo mejor que me ha pasado es haberla conocido en esa estación.
Volveré a casa con mis padres, los que solo viven por mi,
 y yo solo pensaba viajar para llenar de pegatinas mi maleta, sin darme cuenta del sacrificio y el cariño que ellos estaban haciendo por mi para que fuera feliz.
Cuando llegue a casa quitaré todas las pegatinas y solo guardaré los recuerdos.
Y entre tantos recuerdos, guardaré los suyos para no olvidarlos.

Tendré mi maleta llena de recuerdos de cariño y sentimientos.
No de pegatinas.

María José Robledo

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